
¿Cómo podemos garantizar la salud mental en niños con necesidades especiales?
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Marta Pérez, directora de Colegio Europeo de Madrid
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Como cada año, desde 1992, el próximo 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental que tiene como objetivo concienciar sobres los problemas de la misma en todo el mundo y movilizar esfuerzos en apoyos para ella.
Cuando hablamos de salud mental, debemos tener en cuenta una parte esencial de nuestra vida: la infancia. Cuidar de la salud emocional de los niños y niñas implica mucho más que pensar en la ausencia de trastornos, ya que supone garantizar que estos crezcan en entornos seguros, estimulantes y emocionalmente sostenibles. Esto se debe fomentar no solo en el ámbito familiar, que por supuesto, sino también en el entorno académico y escolar que es donde pasamos gran parte de nuestra niñez.
Así pues, esta visión adquiere especial relevancia cuando hablamos de alumnos con necesidades educativas especiales o diversidad funcional, como puede ser el autismo, el TDAH o trastornos de aprendizaje, entre otros. Lo primero que debemos tener en cuenta es que estos niños y niñas presentan una mayor vulnerabilidad frente a algunos estados como la ansiedad, la frustración o la exclusión social. Por ello, desde los centros educativos, debemos asumir un papel decisivo en su bienestar emocional y en la fortaleza de su autoestima.
La neurodivergencia, entendida como las distintas formas en que funciona el cerebro humano, no debería ser vista como una limitación, sino como una manifestación de la diversidad humana. Sin embargo, en la práctica, muchos niños y niñas con autismo, TDAH, dislexia u otros trastornos del aprendizaje experimentan dificultades añadidas en su día a día como incomprensión, falta de apoyos y entornos educativos rígidos que no reconocen sus necesidades particulares. Y esto, sin duda, supone un hándicap bastante importante en su desarrollo académico y personal.
De este modo, no podemos olvidar que estas barreras tienen consecuencias directas en la salud mental como el aumento de la ansiedad, la baja autoestima, el retraimiento social o, en casos más graves, incluso síntomas depresivos. Por eso, atender sus necesidades no es un añadido, sino una cuestión de justicia educativa y de prevención en salud mental que debemos tener siempre presente, en todos los entornos de los niños y niñas que se encuentran en esta situación.
La importancia de la inteligencia emocional y el papel de los docentes
Llegados a este punto, debemos ser conscientes de que la inclusión debe ser real y que esta no puede limitarse a ser conscientes de las necesidades de estos niños y niñas, sino que debe generar condiciones reales de participación, aprendizaje y bienestar para todos. Por ello, no basta con adaptar los contenidos, sino que hay que apostar por una educación flexible y personalizada, individualizando el aprendizaje de cada niño, según sus circunstancias especiales. Cuando esto se consigue, además, no solo mejora su calidad de vida, sino la de todo su entorno, ya que conseguimos fomentar valores como la diversidad o la empatía en el resto de sus compañeros.
Por otro lado, cabe destacar que no podemos dejar de lado la inteligencia emocional y la importancia de apostar por ella en los sistemas educativos. Así pues, apostar por programas de educación emocional que enseñen a identificar y expresar sentimientos de manera accesible para todos, crear espacios seguros donde los niños y niñas se sientan en confianza, o fomentar una comunicación respetuosa donde se promuevan los refuerzos positivos, será clave para conseguirlo.
Por supuesto, el papel de los docentes es fundamental, ya que contar con un profesorado formado y sensibilizado será primordial para poder llevar todo esto a cabo. Por ello, invertir en formación especializada en autismo, TDAH, trastornos del aprendizaje y estrategias de inclusión es una medida fundamental para llegar a garantizar el bienestar de los niños con atención especial.
En definitiva, lo que está claro es que promover y cuidar de la salud mental en niños y niños con necesidades especiales no se puede conseguir con acciones aisladas, sino que se debe invertir en una educación realmente inclusiva y coherente, apostando por metodologías adaptadas, apoyos específicos y un profesorado formado y sensibilizado.
Y es que, la verdadera inclusión solo es aquella que permite que todos los niños y niñas se sientan aceptados, capaces y valiosos, porque ese será el punto clave en su desarrollo académico y en su bienestar emocional a lo largo de su vida.