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¿La filosofía solo es cosa de adultos?

Por Elena Morilla, Vega Romo y Javier Jarauta 
Profesores de Colegio Europeo de Madrid

 

«Hablar de una persona filosóficamente saludable es hablar de alguien que cuando escucha opiniones opuestas a la suya reconoce y aprovecha la oportunidad de construir sobre ellas. Es dueña de su propio pensamiento, es decir, posee lo que piensa porque se ha ocupado de construirlo. Por ello, aprender sobre la filosofía desde muy pequeños, ayuda a los seres humanos a construir de forma sólida todo aquello que formará parte de su ideología y convicciones.

¿Imaginas cómo habría sido tu vida si, desde el colegio, te hubiesen enseñado filosofía en tus primeros años de aprendizaje? La Filosofía para Niños es una base educativa que se debería llevar a cabo en muchos más centros de enseñanza. A los más pequeños no podemos enseñarles a cuidar la salud filosófica enseñándoles historia de la filosofía sino apropiándonos de las ideas filosóficas que han sido siempre motores de reflexión compartida y sobre las que discutimos. La Filosofía para Niños es distinta.

Darle a un alumno, desde sus primeros años académicos la oportunidad de, aunque sea una vez por semana, pensar críticamente, tener en cuenta sus emociones a la hora de decidir o debatir o hacer sus buenos juicios sobre cualquier tema, forma parte de una asignatura basada en el diálogo. Por ello, es esencial que se haga uso del diálogo en el aula como modelo pedagógico y, por suerte, en la actualidad ya son muchos los profesores que lo utilizan, de un modo u otro, en sus asignaturas.

Ahora bien, ¿la Filosofía para Niños, además de ser esencial, es algo que se puede mezclar con otras asignaturas? Efectivamente sí.

¿Cómo podríamos tratar estos pensamientos en asignaturas como química o lengua si aparentemente no tienen nada de relación entre sí? ¿De qué le puede servir esto a un profesor a la hora de impartir sus clases?

Es increíble descubrir cómo campos tan dispares guardan una estrecha relación a priori oculta pero, ahora bien, una vez se empieza a trabajar sobre ella, tanto el docente como el alumno podrán darse cuenta del gran abanico de posibilidades pedagógicas que se abre y cómo una herramienta tan simple como es el diálogo puede convertirse en una pieza clave tan poderosa.

Está claro que el proceso de enseñanza-aprendizaje está sometido a numerosos cambios que hacen de él un procedimiento más dinámico y orientado a mejores resultados. Por ello, la Filosofía para Niños es la herramienta más adecuada.

Sin duda, el diálogo fija contenidos y forja mecanismos de aprendizaje que superan a los adquiridos en las clases magistrales. A través de recursos digitales como vídeos, textos, preguntas, sentimientos… nos adentramos en un tema del que todos, especialistas en la materia o no, somos capaces de hablar y, finalmente, de entender. La presencia del facilitador es muy importante e imprescindible, hace de la sesión un momento confortable en el que los alumnos pueden realizar sus preguntas y contestarlas respetando los turnos y trabajando juntos para la construcción del aprendizaje. Cada aportación es respetada, valorada y renovada, de tal manera que, sin manipular, se llega a conclusiones.

Los resultados en clase tras esta forma de trabajar son muy positivos y, por ello, es realmente importante que se use esta herramienta como algo fundamental en cualquier proyecto educativo.

Llegados a este punto, podemos admitir que los alumnos no solo aprenden más y mejor dialogando, sino que con ello, estamos construyendo a personas totalmente preparadas para debatir, empatizar y comprender cualquier situación defendiendo ideas y emociones pero sin dejar de lado lo importante que es escuchar a los demás.

En conclusión, la filosofía debería ser esencial en la educación de cualquier niño».

 

 

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